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Gobernarte es obedecer al corazón

Activa tu magnetismo espiritual y emocional

Hay una frase que siempre vuelve a mí cuando me desconecto: Dios no ha dejado de hablar… soy yo quien ha dejado de escuchar.

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Y cuando una mujer deja de escuchar, se desorienta. Se sale de sí. Se dispersa. Se pierde en lo externo.


Y entonces, empieza a rogar amor. A suplicar validación. A olvidarse de su trono, de su dignidad, de su brillo.


Pero hoy quiero decirte algo que quizás nadie te ha dicho así: Una mujer que se gobierna, es una mujer que escucha a Dios en su interior.


No hablo de perfección.Hablo de orden espiritual. Hablo de obedecer la voz de tu corazón, incluso cuando tu ego grita lo contrario.


Porque gobernarte no es controlarte. Es recordarte. Es volver a ti con amor, con verdad, con esa suavidad firme que no necesita ruido para hacerse notar.

Y en ese lugar…es donde nace tu magnetismo.


"Soy magnética, merezco sin esfuerzo, recibo con alegría, brillo sin culpa."

Repítelo, si lo sientes. Escríbelo si lo necesitas.Grábalo en tu cuerpo y tu energía. Porque no es afirmación vacía. Es un recordatorio divino de tu origen.


Una mujer magnética no es la más bonita,ni la más ruidosa,ni la que mejor convence.


Es la que se sabe enraizada en su verdad.La que camina sin buscar permiso. La que recibe sin culpa porque ha aprendido a sostener su brillo sin miedo a perder a nadie.


Y cuando tú te colocas ahí —en esa energía—todo lo que vibra con tu propósito empieza a llegar.


Estoy llamada a construir desde el deseo del corazón. Y ese deseo no me desordena… me alinea. Ese deseo no me aleja de Dios… me acerca a su plan para mí. Ese deseo no nace del ego… nace de mi diseño divino.


Y por eso me gobierno. Por eso me sostengo. Por eso me obedezco.


Porque al obedecerme, estoy obedeciendo al Creador que vive en mí.


Y si este mensaje ha despertado algo en ti,si sientes que es momento de ordenar tu mundo interno para abrirte al verdadero amor,sabes que puedes acercarte.


Aquí estoy. No para ser tu voz… sino para acompañarte a recuperar la tuya.

Karla Maldonado Cabieses


 
 
 

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